Querida Delia:
Un día de mi cumpleaños, pero de 1921, escribías: “todos los días tienen que ser días de María”. Efectivamente no existe un instante en que debamos comportarnos de forma diferente a como lo haría Nuestra Madre, poniendo en funcionamiento práctico cada una de sus virtudes. Es una manera efectiva en que logremos la paz mundial que tanto anhelamos los miembros de esta humanidad. Unidas en Su corazón, podemos ayudar a sanar a personas muy distantes geográficamente, sumergiéndonos en nuestro amor combinado con el Suyo, creando así una ola gigantesca que llegue al objeto de nuestra atención. En oración y en silencio acallamos los pensamientos propios y colectivos que pululan en nuestros lugares de residencia, y encontramos la pequeña voz queda de Dios, o la de Nuestra Madre cuando nos quiera susurrar al oído algo que necesite ser hecho, por nosotros (as). Tu consagración a María y a Jesús es admirable, ¡y qué ejemplo de manifestar el cielo en la Tierra mediante tus actos de misericordia para tus congéneres! Solo cuando nos abandonamos a los brazos de los Divinos Maestros, es que logramos cosas maravillosas que algunos catalogan de milagros. Es el amor divino fluyendo a través de nosotros(as), lo que realiza lo más perfecto en nuestro ambiente. De esta manera lograste tú también ser modelo para tu congregación, y aún más allá fuente de inspiración para otras mujeres que encuentran en ti la fuerza, la humildad, la caridad y la constancia como atributos que ellas mismas desearían manifestar.
QUE TU VOZ SEA MI VOZ,
QUE MIS OJOS SOLO VEAN TU VISION,
QUE MIS OIDOS ESCUCHEN TU VERDAD,
QUE MIS MANOS SEAN TUS INSTRUMENTOS DE ACCION.
ESE ES EL CAMINO.