III
El riesgo de quererte fue mi gloria, la gloria de aquella que yo era, tumultuosa en sentir y emocionarme, al punto de no callar mi lengua. No querías que dijese, pero dije, y fue aquello un río desbordante de palabras. La miel de mis labios se salía, para adornar tu cuerpo con mi savia. La aventura convirtióse en desconsuelo, suprema depresión llegó a mi vida, al no encontrar en tu palabra la respuesta, adecuada según yo, a mi pregunta. Equivocaba entonces el encuentro, no era tu persona para mí, era tu alma. La reconocí en un instante de luz, y todo fue tan claro como el día. Juntos anduvimos otras vidas, no sé de cuánto en cuánto fue el encuentro, más hoy, te reconozco y te acompaño, a lo lejos como el humilde faro, que siempre da su luz, no importa el barco.