II
Tu garza y mi palma se parecen, en la espera estatuaria del que sufre, paradas en el tiempo, ocupando el espacio del labriego afán de rebasar el día. La paciencia les alcanza eterna, las abraza en su porte de guerrera, que usa como arma la constancia, persistencia del que sabe, y no renuncia, al encuentro final con lo que aman.